La siguiente mala noticia es que no es nada fácil…
Era el año 2014, había conseguido el trabajo de mis sueños, tenía un negocio que me reportaba buenas ganancias y había encontrado el lugar ideal para vivir en relación calidad-precio.
Desde niño había sido muy consciente de como administrar mis ingresos y gastos, tenía varias inversiones y con el nuevo trabajo podría crear nuevos proyectos que siguieran engrosando mi cartera, la vida estaba resuelta (financieramente hablando).
Solo había un problema, algo que ni la buena administración ni una mentalidad financieramente adecuada pueden vencer: la emoción.
Recibí la llamada de un ser querido muy importante para mí, tenía algunos problemas de dinero y necesitaba de mi ayuda, ya que me estaba yendo muy bien, solo requería una pequeña cantidad para salir del apuro y me pagaría en un mes.
Claro que no le podía decir que no, así que le presté.
Luego volvió a suceder, luego otra vez, cada vez eran problemas y cantidades más grandes, hasta que me pidió una cantidad que rebasaba mis ahorros y el dinero disponible que tenía, y que yo en el fondo sabía que no iba a poderme pagar.
Pero el corazón fue más fuerte que todas las alarmas que mi mente había disparado, lo peor es que me había dicho que sacara un préstamo del banco y que pagaría las mensualidades en tiempo y forma.
Y al principio todo iba bien, no obstante, llegó el momento en que me pedía dinero de otros prestamos, tarjetas de crédito, para pagar las mensualidades… como se podrán imaginar, a principios de 2016 me dejó de pagar.
Era tal la cantidad mínima a pagar de todos los préstamos que mi sueldo no me alcanzaba para cubrirlos y se creo una espiral mortal para mis finanzas, de no haber tenido el negocio no habría tenido ni para comer.
¿Qué había fallado? ¿Por qué si no tenía la obligación ni la necesidad de prestarle lo había hecho? La respuesta: el código primario de mi dinero.
Este código (que en parte escribió la TRAICIÓN como herida de la infancia primaria), me estaba llevando a actuar como el salvador de la situación de la otra persona, no solo eso, tenía que demostrar fortaleza y que podía hacerlo, más allá me daba control sobre el otro.
Por supuesto que a nivel consciente no sabía nada de eso, lo único que podía ver era el desastre de mi economía y la infinita culpa por haber creído que siempre me iba a pagar y cumplir con su palabra. Otra vez y para reforzar la herida, me había TRAICIONADO.
Pasaron varios años para lograr superar el caos financiero que dejó ese código primario. Muchos talleres de inteligencia emocional, de desarrollo humano, de introspección profunda, del estudio de las heridas de la infancia y de cómo juegan las emociones en el uso que le damos al dinero.
Ahora bien, puede que nunca te haya pasado algo similar, pero si que tu dinero se encuentre en situación de crisis (la palabra de moda), y el problema no es cuánto ganas, ni la situación del país, ni tu familia/amigos/pareja o el villano favorito a.k.a banco. No, el problema es el código primario de tu dinero en acción.
Ya que actúa a nivel inconsciente solo podemos ver los desastres que va dejando a su paso. La buena noticia es que hay forma de descubrirlo, de saber cómo fue escrito y tenemos la facultad de cambiarlo a nuestro favor.
Ahora aquí y sin conocerte no te puedo decir cuál es ese código, para cada uno es diferente, es tan único cómo el lugar donde creciste, la herida de la infancia dominante, la personalidad que tienes.
La siguiente buena noticia es que podemos descubrirlo juntos. He diseñado el workshop Decode the Money, donde a través de ejercicios específicos descifraremos ese código para que puedas reescribirlo. Este tendrá lugar el 9 de noviembre en Polanco en Ciudad de México y será el punto de partida para que tu trayectoria financiera cambie a mejor.
No lo pienses más, los cupos son limitados, la fecha está muy cerca, aparta tu lugar ahora aquí.
— J.