Nunca me hubiera imaginado estar comiendo con 3 empresarios multimillonarios y a punto de presentar mi libro ante más de 2000 personas.
Tan solo un año antes estaba en quiebra y se me había presentado la oportunidad de endeudarme aún más para darle un giro radical a mi vida.
La decisión que tomé fue decirle que no a cientos de opciones y apostar todo para concretar el gran proyecto de mi libro.
Durante 9 meses mi enfoque, energía y recursos estaban dedicados a la tarea de escribir y conseguir los recursos para publicarlo.
Gracias a ello pude estar en ese lugar, compartiendo con personas tan grandes.
Ellos me enseñaron una lección sumamente importante.
En el juego del éxito, no es a lo que dices que “sí” lo que define tu grandeza, sino lo que decides rechazar. Decir “no” es lo que separa a los pequeños de los grandes.
Cuando dominas un mercado potente, no aceptas a cualquier cliente, eliges solo a los mejores. Aquellos que entienden tu valor, que están dispuestos a pagar lo que vales y que potencian tu reputación. Los amateurs dicen sí a todo. Los maestros eligen con precisión quirúrgica.
Cuando eres increíble en lo que haces, no tomas cualquier proyecto. Tomas pocos, tal vez solo uno. Porque la calidad demanda enfoque, y la excelencia es el resultado de una obsesión bien dirigida. Los medallistas olímpicos no son buenos en muchas disciplinas, son excepcionales en una. La dispersión es enemiga del alto rendimiento.
El verdadero crecimiento no viene de abarcar más, sino de cortar lo irrelevante. Aprender a decir no no es una señal de incapacidad, sino una demostración de claridad y poder. Porque cada sí equivocado es un no a algo mejor.
Los grandes retornos no vienen de la acumulación indiscriminada de opciones, sino de la ejecución impecable de las elecciones correctas.
Entonces, la próxima vez que dudes en decir no, recuerda: no estás perdiendo oportunidades, estás construyendo grandeza.
— J.